Aventura Holandesa

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Primera vez en Amsterdam.
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„Un parque de diversiones para estudiantes en la universidad" es probablemente la mejor manera de describir la zona central de Amsterdam. Qué increíble era cuando me fui a esa ciudad pecadora a los 21 años!

Fui de vacaciones a Europa, a fin de ver los países ancianos de los que venían mis antepasados. Soy medio holandés, medio español, pero vivía en los EE.UU. Así que, al terminar las clases para el año, decidí ir a ver Holanda.

Al salir de la estación central hacia las siete de la tarde, caminé a mi albergue. Dejé mi maleta en mi cuarto y, lleno de esperanza y ilusión, marché rumbo a la zona roja de Amsterdam.

Era como en mis sueños... siempre era mujeriego, y el espactáculo ante mis ojos era casi más que podía aguantar. Doquier giraba mis ojos, veía a mujeres de belleza extraordinaria bailando en las ventanas rodeadas por luces rojas. Mujeres de cada edad (todas mayor que dieciocho años, me aseguró un guía turística) para cada gusto. Pelirrojas, rubias, chicas de pelo castaño... algunas vestidas de cuero, otras de algodón dulce. Todas medio desnudas, cada una tentación, y por la primera vez en mi vida desgraciada -- cada una dispuesta a joderme.

Después de andar por la zona una hora, más o menos, disfrutando de las miradas de las chicas, escogí una rubia jovencita para recibir la honra de ser mi primer mujer europea.

La encontré a su puerta.

"Cuánto cuestas?" pregunté, directo.

"Para ti, corazón, diría cincuenta euros."

"Y qué me consigo para mis cincuenta, cariña?"

Aunque fuera mi primera vez haciendo ese tipo de negocios, no era un tonto. Leí tanto posible sobre el tema en el internet, y sabía que muchas veces las putas de la zona intentarían engañarles a sus clientes, diciendo que esa clase de actividad no era parte del servicio.

"Te chuparé la verga, y te dejaré follarme en dos posiciones."

„Completamente desnuda?"

„Sí."

„Tenemos un trato," dije, mientras ella me dejó entrar en su cuarto.

Era un cuarto pequeño, pero cómodo. Ella me dijo que desnudara, lo que hice más rapido que nunca. Ella también se desnudó, y me mandó que me tumbara en la cama. Eso hice, mientras ella sacó un condón de su cajón. "Para protección," me explicó, "No tengo ninguna clase de enfermedad, pero no te conozco. Aun si te conociera, necesitarás llevar uno."

"De acuerdo," dije, poniendome impaciente.

Ella se agachó sobre mi y se puso a chuparme el pene con el condón. Era un sentido inexplicable... cierto que mis novias me habían dado mamadas, pero eso fue de una puta holandesa, una profesional. Dejé saltar un gruñido al tomarme profundamente en la garganta. Miré al cuerpo feminino que tenía sobre mí, culo en el aire, excitándome con su carne dulce.

Coloqué su pelo rubio para tener una mejor vista de su cara, de la boca que me tragué y escupí con cada moviemiento de su cabeza.

De repente terminó su mamada, y se tumbó a la cama junto a mi. "Ahora me jodes," me dijo, sin emoción.

"Quiero que tú me montes," le dije a ella.

"Para eso, me pagas más. Veinte euros más."

Maldije que no hubiera pensado en eso antes, pero honestamente me daba igual. Ella partí sus piernas y yo la monté. Ella me ayudó al entrar en su coño mojadísimo, y me hundí en su cuerpo.

Ahora podía apreciar su belleza mientras la chingaba. Era rubia, como conté, y tenía dieciocho años. Ojos del azul más profunda, y labios llenos y rojos. Era la típica holandesa, y no podía pedir más. Sus tetas se movían debajo de mi, mientras la pompeaba. Tetillas pequeñas, pero duras... parecía gocer su trabajo. Su coño era afeitado, lo cual me hacía caliente no importa la situación. Le daba una aparencia de inocencia que seguramente había perdido hace mucho.

Cambiamos de posición, con ella a cuatro patas y yo atrás. Era divertido mirar mi pene clavar en su culo maravilloso, y (aún más divertido) mirar a nosotros en el espejo pegado a la pared junta a la cama. Me agaché sobre ella para empuñar sus tetas colgadas, y disfruté de su sentido. Y, porque ninguna de mis novias anteriores me permitían hacerlo, la golpeaba en el culo una vez.

Empujé más fuerte y ella emitió un gemido largo y fuerte. Continuaba jodiéndola como si fuera mi primera, última, y mejor mujer. Su boca entreabierta abrió para informarme que iba a correrse, rogándome que no parara. Seguía mis esfuerzos y, acto seguido, ella tuvo su orgasmo. Su espalda se puso rígida, su boca perfecta dejó saltar un grito de placer, y su coño mojado se apretó alrededor de mi pene.

"Te gustaba eso?" la pregunté mientras ella ganaba su aliento.

„Sí..." gimió. „Ahora es tu turno..."

Súbitamente ella cambió de posiciones, lanzándome a la cama y ella me subió. No iba a quejarme de este cambio...

Ella se puso a girar y moverse sobre mi pene, profundo en su gatita. Sentí algo subiendo en mis huevos, y me corrí, disparando mi leche en su cuerpo. Era increíble.

Al terminar eso, ella se levantó rápidamente y se vestió de nuevo. "Ya es la hora de partir," me informó. Me vestí, y salí de su cuarto. Al entrar de nuevo en las calles apretadas de Amsterdam, me volví hacia ella y ella me sonreió. "Eras mi mejor desde hace mucho," susurró en mis orejas, "Y espero verte antes de que vayas de la ciudad."

La aseguré que sí, que por supuesto iba a visitarla antes de irme, pero dos cosas me pasó por la mente después: ella probablemente decía eso a todos sus clientes -- era, a fin de cuentas, una puta cuya profesió la obligaba a eso. Segundo -- yo estaba en Amsterdam! Podía follar a tres putas diferentes cada noche, y en tres meses no haber jodido a todas!

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