Jackie

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Mi novia me masturba y eyaculo en mis pantalones.
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A mi primera novia la conocí porque era la mejor amiga de la novia de mi mejor amigo. Me la presentaron para que pudiéramos salir los cuatro juntos y resultó bien. Con Jackie congeniamos y un día simplemente le di un beso. Ella estaba confundida porque no tenía un status cierto nuestra relación. Pero a los pocos días me preguntó y yo le confirmé qué éramos novios. De alguna forma el que se lo haya dicho riendo le molestó porque la dejaba en una situación de inferioridad. Como ella era algo mayor que yo y más atractiva, no estaba acostumbrada a quedar en esa posición. Esto marcó nuestra relación hacia adelante.

Como éramos adolescentes poco experimentados, nuestra relación fue evolucionando a medida que nos sentíamos cómodos el uno con el otro. La iba a ver a su casa y cuando se hacía tarde inevitablemente terminábamos besándonos en el living de su casa mientras el resto de la familia, sus padres y dos hermanos mayores, se retiraban a la sala de estar o directamente a sus habitaciones. Mientras nos besábamos y abrazábamos, yo quería tocarla íntimamente y ella se protegía con dedicación. A medida que acercaba mis manos a sus tetas o su entrepierna ella me tomaba la mano y me la sacaba de ahí. Esto era sobre la ropa, ni hablar de tocar su piel ni siquiera de ver su cuerpo desnudo. Su solución para detener mis ataques fue tocarme a mí. Cuando me empezaba a tocar el sexo al principio por sobre el pantalón yo me detenía y me dejaba ir por el placer. No podía pensar en otra cosa ni menos concentrarme en hacerle algo a ella. Un día mientras ella me tocaba, eyaculé dentro del pantalón. Mi orgasmo fue mejor que cualquier paja y así quede enganchado porque quería volver a sentir ese placer. El problema fue que mojé mis calzoncillos y pantalones por dentro. Me limpie algo en el baño y después me tuve que ir porque era tarde y su padre rondaba en los pasillos. El viaje en autobús fue un desagrado, yo sentía el olor a semen y veía las manchas que se traslucían a través del pantalón. Mientras viajaba me juré que no me volvería a pasar.

La próxima vez que nos quedamos en su living comenzó a tocarme y a pesar del placer que sentía le dije que no y le expliqué la humillante que había sentido en el bus. Se rio mucho y empezó a tocarme con más bríos. Esta vez fui yo quien con mucho autocontrol removió su mano de ahí. Ella me dijo "igual te vas a ir cortado" y luego me bajó por primera vez el cierre del pantalón. No pude hacer nada cuando sentí su mano sobre mi erección y me entregué. Cuando eyaculé me di cuenta que mis pantalones se habían manchado nuevamente. De ahí se volvió casi una rutina: retiro estratégico al living, besos, mi intento por tocarla, o tratar de bajarle el cierre o abrirle los botones de la camisa, el contraataque de ella sobre mi pene, y mi rendición a sus pies. Terminaba como un gato ronroneando, totalmente entregado, pasivo y sumiso. A veces le pedía por favor "no más" porque no quería terminar con los pantalones encremados. Ella se reía y me decía "entonces ponte de pie y ándate" y yo no podía moverme. Después de mi orgasmo sentía una mezcla de rabia, frustración y humillación. Una vez casi lloré frente a ella y le pedí que no lo hiciera más. Ella me miraba con una sonrisa pícara y me daba la impresión de que se sentía una reina que podía provocarme eso casi sin mi consentimiento. Y luego me tocaba marcharme a mi casa, todo mojado.

La gota que rebalsó el vaso fue Alberto, el mejor amigo de su hermano mayor. Era cinco años mayor que ella, tenía 22 años, universitario y apuesto. Siempre había coqueteado con ella pero desde una perspectiva juguetona de hermano mayor que juega con la mascota. Pero supongo que todos estos juegos tenían a Jackie en un estado de excitación desbordado. Un día me contó que la noche anterior, después que yo me había ido, había subido a ver TV a la sala de estar y se había encontrado que Alberto estaba ahí. Después de una conversación muy orientada a lo que ella y yo hacíamos en el living, habían terminado besándose y finalmente, no me dio más detalles, había perdido su virginidad con Alberto.

Sentí una mezcla extraña de emociones, rabia por la traición, humillación porque mi novia había sido tomada por otro antes que yo, y excitación porque esto podría significar que si no terminábamos yo perdería mi virginidad. Además sentía una enorme erección en mi pantalón pensando en Jackie de piernas abiertas con un pene dentro de ella.

Le dije que termináramos y ella me dijo que no. Que quería seguir conmigo, que lo otro no tenía destino y que había sido solo sexo. Le dije que era una traición y que yo no podía seguir así, que mi idea era perder la virginidad con ella y ella conmigo, pero me contestó que para ella nunca fue una opción, quería que su primera vez fuera con alguien mayor y más experimentado.

Me empezó a besar y a tocar y sentí mis piernas de lana mientras me abría el cierre y sentí su piel sobre mi piel. Al detectar mi erección más grande y dura que nunca me dijo "parece que te gustó la idea que Alberto me haya desvirgado". Intenté tocarla y me empujó la mano mientras me masturbaba con intensidad. Me dejé ir una vez más por el placer y lloré mientras eyaculaba en mis pantalones.

Así continuamos por mucho tiempo, en la misma rutina, pero a veces cuando su hermano y Alberto llegaban de la universidad me decía que tenía que irme a la casa porque era tarde y Alberto se despedía con una sonrisa satisfecha. ¡El cabrón se la iba a tirar esa noche y sabía que yo nunca lo había hecho! Nunca le había tocado bajo la ropa, nunca le había visto una teta, no sabía el color de sus pezones ni como tenía el vello púbico.

Un sábado por la tarde llegué y su hermano y Alberto se estaban despidiendo, me miró con su sonrisa sardónica y me dijo "toda tuya". Estábamos solos en su casa y comenzamos a besarnos, me bajó el cierre y me sacó el pene fuera del pantalón, una novedad que me envalentonó; por eso yo intenté meterle mano y esta vez me resultó. Le bajé el cierre y metí mano dentro de su calzón, estaba increíblemente mojada y resbalosa. "Chúpamela" me dijo ya que sabía que era algo que siempre había querido hacerle. La empujé hacia atrás sobre el sillón, le bajé y saqué los pantalones y pude sentir por primera vez el sensual placer de deslizarle los calzones muslos abajo a una mujer. Tenía el vello público negro y rebajado en una línea vertical. Bajé con mi boca y separé sus piernas y pasé mi lengua sobre su vagina de abajo hacia arriba como me había imaginado muchas veces. Sentí su olor y mi lengua probó sus jugos, se sentía salado y espeso en el paladar. No terminaba de salir este líquido blanquecino de su vagina, yo lo lamía y me lo tragaba, aunque me costaba por lo espeso en la garganta. Estaba excitadísimo y ella gemía de placer. De repente me dijo "te gusta el regalito que te dejó Alberto" e inmediatamente me di cuenta de qué era lo que estaba tragando. Me congelé por un minuto y luego me di cuenta que no quería perder esta oportunidad y seguí lamiendo mientras le dije "SIIIIIIIIIIIII". Esta confesión gatilló un feroz orgasmo en ambos.

A pesar del "regalito" yo estaba feliz, puesto que me había podido ir fuera de mis pantalones, y pensaba que se venía un cambio en nuestra relación, que ahora sí podría por fin perder mi virginidad.

Pero fue la primera y única vez y después continuamos con el mismo ritual: correrme en los pantalones, la satisfacción y sensación de superioridad de Jackie por lo mismo y la sonrisa de Alberto, ahora más socarrona que nunca, ya que sabía que me había comido su semen. Finalmente no pude más y la dejé, dejé las humillaciones, los pantalones mojados y el placer increíble de ser masturbado por una mujer atractiva. A veces lo echo de menos, pero se me pasa después de hacerme la paja.

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