La Pianista Cap. 04

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El trío busca nuevas líneas melódicas.
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Parte 3 de la serie de 4 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 01/17/2017
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Cap. 4

El trío busca nuevas líneas melódicas

****

1

Yuca esa mañana, fue conducida por Pablo a la gran sala de concierto para dejarla con el director de la orquesta sinfónica y así iniciar su primer ensayo. Ella se despidió de él con un leve beso en la mejilla, aunque en ese momento anhelara haberlo besado en la boca y haberle dado un apretón a su bulto, porque eso le provocaba ahora. No había podido hacer nada de eso esa mañana, ya que el automóvil de la Corporación las había pasado a buscar a ella y a Carol, para conducirlas directamente a la sala en donde tendrían lugar tanto los ensayos como el concierto del sábado. Mientras Yuca era presentada al director, Carol se había quedado en el auditorio, junto con otros integrantes de centros musicales del país, a los que se les había invitado a presenciar el primer ensayo de la afamada concertista. Ella acostumbraba a acompañar a Yuca en sus primeros ensayos, quedándose en la sala, aunque eso la pusiera nerviosa, tanto como si fuera ella la que estaba enfrentando esa situación y no Yuca.

Después de haberla llevado ante el director de la orquesta, Pablo bajo de la zona del escenario y caminó por el largo pasillo del recinto, dirigiéndose al lugar en donde se encontraba Carol. Tan pronto él se sentó, ella tomó su mano y la llevó a su muslo. En esa corrida de asientos, estaban bastante retirados del resto del público que aguardaba el comienzo del ensayo. Por esa razón, Carol se sintió protegida de miradas indiscretas para hacer el gesto que hizo. Pablo la miró y le achicó los ojos sonriendo como dándole una señal de complicidad. Pablo se moría de ganas de besarla cuando la vio sentada esa mañana, pero las circunstancias de su llegada, se lo habían impedido. En ese momento acarició su muslo sobre la tersa seda de la falda de Carol, que fue subiendo atrevidamente hasta dejar su todo muslo izquierdo casi al descubierto. Sintió un temblor en sus genitales, al acariciar la suave redondez del muslo de Carol y al mismo tiempo cierta confusión de enfrentar toda esta situación, tan particular.

Hacía sólo dos días que habían llegado estas dos increíbles mujeres, y se había generado un acercamiento tal con ellas, que nunca creyó posible. Hasta sólo unas semanas atrás, después de haber tenido ese breve affaire con Ester, su secretaria, creyó que su vida entraría en un ostracismo total, ya que había pasado más de 1 año y medio, desde la muerte de su esposa, que no tenía ninguna relación sentimental y menos sexual. Nunca creó, que alguna nueva relación podría desdibujar lo que ella había representado para él. Ahora, sentía como si estuviera engañando esa imagen, y esa era lo que lo tenía más confundido. Se dio cuenta ahora, mientras acariciaba a Carol, que debía dejar que su naturaleza de hombre lo manejara y no su corazón.

2

Carol Se estremeció ante la osada caricia de Pablo y sólo atinó a apretar el dorso de la mano que la acariciaba, mientras recordaba lo conversado esa mañana con Yuca.

Cuando tomaba desayuno en la terraza de la suite de Yuca, fue sorprendida por la pregunta que ésta le hizo. Y más cuando al mismo tiempo, la vio dirigiendo su mirada hacia a la brillante blancura de la cordillera que podía observarse en ese claro día de fines de otoño, como tratando de minimizar el sentido de su pregunta, como si fuera algo muy casual y sin importancia.

"¿Carol, lo has hecho por atrás?" Y después la quedó mirando fijo, mientras daba un mordisco a su tostada.

Carol se quedó rígida sin saber qué contestar. Esa mañana en que comenzaba sus ensayos, esperaba cualquier consulta de parte de Yuca, relacionada con eso, menos esta pregunta. Por suerte para ella, en ese preciso momento, sonó su celular. Era Pablo.

"Hola, Pablo. ¿Qué hay?" Y éste le respondió que llamaba para informarles que en unos treinta minutos más estaría llegando el automóvil que las llevaría a la sala de concierto.

"Está bien. Gracias por llamar. Nos vemos" Y cortó y miró a Yuca, diciéndole la razón de la llamada de Pablo. Y retomando la anterior pregunta de Yuca, dijo:

"¿Y por qué me lo preguntas?"

"Carol. El asunto no es por qué te la hago, te estoy preguntando sencillamente si lo has hecho por atrás" Insistió con firmeza Yuca.

"¿Te refieres por... ahí?" Preguntó tímidamente Carol.

"¡Sí, por supuesto, por ahí, por el culo, por el chiquitín, o como quieras llamarlo!"

"No. No lo he hecho nunca. Ni tampoco lo he intentado" Contestó finalmente Carol, ruborizándose un poco.

"¡Uff, que te costó responder! Pues, te diré que yo tampoco".

"¿Y con todos esos tipos con los que has estado, ninguno lo intentó?" Pregunto Carol.

"No. Nunca los dejé. Hubo un tipo que trató de hacerlo y le di tal apretón en las bolas, que decidió agarrar sus cosas e irse". Nunca me sentí cómoda o excitada cuando alguien intentaba entrarme por allí. Además, tú sabes el tipo de relación que he tenido con esos tipos que has conocido. Tal vez ha faltado química, qué sé yo. Y tengo ganas de probar cómo es, sobre todo después que Pablo me abrió el apetito. Anoche me pasó la lengua por el hoyito del culo. Te juro que rugía por lo que estaba haciendo y cuando metió la punta, pensé que acababa. ¿A ti te hizo lo mismo?" Le preguntó Yuca, tomándole la mano como para asegurarse de la veracidad de lo que diría.

"¿Piensas que tienes química con Pablo?" Preguntó Carol, arrepintiéndose al segundo de haberlo hecho.

Yuca advirtió de inmediato hacia dónde se encaminaba la pregunta y acercándose más hacia Carol, le tomó ambas manos y le dijo: "Carol, quiero que tengas siempre presente que si Pablo te gusta, yo no me interpondré. Pero, también quiero que entiendas, que aquí el que impone las reglas es él, porque a ambas nos tiene agarradas del clítoris, porque ambas se lo pusimos en bandeja".

A Carol le brillaron los ojos y sintió que se humedecía cuando le dijo "Tienes razón Yuca, en todo momento fui yo la que le di la entrada, me dejé llevar y él estaba allí para recoger la que encontró. En todo caso, debo admitir que te anticipaste en hacerme esa pregunta de si me gustaba el sexo anal, porque anoche yo experimenté lo mismo que tú. Esa manera que tiene Pablo de acariciarte, cuando primero te pasa toda la lengua en esa zona y después te mete la punta de la lengua, es para que grites. No estoy segura si grité en ese momento, pero que me dejó con una sensación de anticipación de algo más, lo hizo. Y ahora que me lo preguntaste, me recuerdo claramente de ese momento, que para mí fue único".

"Carol. Tenemos que intentarlo" Le dijo Yuca, asegurando lo que decía con un apretón de su mano en la de Carol.

"¿Juntas...?" Preguntó Carol dubitativamente, mientras la quedaba mirando.

"Sí. Esa es una buena pregunta. Me la he estado haciendo desde anoche. Fui rico acariciarnos como lo hicimos los tres, ¿no crees?, pero, no sé si tú, pero el sexo en grupo es algo que me atrae por la novedad, pero nada más. ¿Crees que podríamos organizar nuestros encuentros con Pablo, ¿tú que crees? No sé si esta noche. Veámoslo. Mientras tanto. ¿Por qué no investigas un poco si encuentras algunas cremas apropiadas? A lo mejor podrías ubicar algún sex-shop o algo así, qué se yo, donde puedas encontrar algo que facilite el tema. A mí de sólo pensarlo, se me aprieta de puro terror de que él lo pueda intentar. Tú te has dado cuenta me imagino, que no la tiene chica."

"Oh, sí. Bueno. Pero hoy en la noche, debemos juntarnos para conversar con él de cómo vio el ensayo y todo eso. No anticipemos nada, y veamos cómo se dan las cosas" Dijo Carol y agregó un poco más segura de sí misma "¡Para retomar las cosas donde quedaron!" Y su cara se iluminó con una sonrisa.

En ese momento sonó el timbre de la entrada. Carol se levantó y fue a abrir la puerta. Allí estaba el chofer que la había paseado a ella y a Pablo dos días antes.

"Hello Iván, we are almost ready. Please wait for us at the lobby." (Hola Iván, estamos casi listas. Por favor, espéranos en la recepción). Carol sabía por Pablo, que podía dirigirse a Iván en inglés.

****

3

De pronto ambos se sobresaltaron, tan insertos estaban en las caricias de Pablo, que no se dieron cuenta que los primeros acordes del concierto para piano N° 2 de Brahms, estaban llenando la sala de concierto y Carol apoyó su cara en el hombro de Pablo, para escuchar, entregando ahora todos sus sentidos a la música, como si no existiera otra realidad.

Sólo hubo dos repeticiones en el primer movimiento, debido a una entrada a destiempo de una violinista y del fagot, y una en el segundo movimiento, también por una entrada a destiempo de los vientos. Cuando terminó el ensayo, la orquesta aplaudió de pie a Yuca, cosa que ella agradeció inclinándose hacia toda la orquesta. Quedó que el ensayo para el día siguiente comenzaría a las nueve de la mañana en punto. Yuca bajó del escenario y buscó a Pablo y Carol bajando al pasillo central, mientras los invitados a este ensayo, no dejaban de aplaudirla mientras caminaba junto a ellos. Ella con una sonrisa y con movimientos de la cabeza, fue aceptando y agradeciendo esas muestras de simpatía, hasta que llegó hasta donde estaban ambos. Se abrazó a ellos un largo rato, mientras les susurraba: "Estoy exhausta, necesito ir a darme una ducha. Pero quiero que me acompañen".

Los tres de la mano, salieron del recinto y se encontraron con el sonriente Iván, que los esperaba junto al Mercedes, con la puerta abierta.

Yuca entró primero y antes de que dijera nada, agarró a Pablo de la mano para que la siguiera. Ella deseaba que él quedara al medio. Carol los siguió e Iván cerró la puerta. Esta vez, ambas se apoyaron en el pecho de Pablo. Iván discretamente había cerrado la ventanilla que daba hacia los pasajeros, dándoles la privacidad que sabía necesitaba el trió y se dirigió al hotel donde se alojaban Yuca y Carol.

Yuca, cada vez que terminaba sus ensayos, acostumbraba a volver al lugar que habitaba en sus giras, para ducharse y relajarse. Muy a menudo pedía contar con un masajista antes de bañarse, ya que eso contribuía a que la tensión provocada por el ensayo. Era tal el efecto, que en muchas oportunidades se quedaba dormida, y terminaba almorzando después de las cuatro de la tarde.

Lo que siempre le llamó a ella la atención, especialmente en estos últimos años de actuación, era que quedaba con un estado de enorme excitación emocional, cuyo origen o significado nunca pudo entender. Ese estado le duraba horas, lo que la volvía a tensionar. Era en esas ocasiones cuando le pedía a Carol que le buscara un scort. Hacía años que no podía hacer lo que hacía en sus primeros años de actuación: ir a un bar, como todo el mundo, y tratar de ligar allí. En la actualidad, por su fama, no lo podía hacer. Así poco a poco, fue interpretando esos estados tensionales con los que terminaba, tanto sus ensayos como las actuaciones propiamente tales, como tensión sexual que debía liberar de un modo u otro.

Hoy, pegada junto a Pablo y sintiendo la presencia de Carol, sentía que su cuerpo bullía más que nunca. El sentir el cuerpo de ese hombre, con el que había culeado toda la noche anterior, se traducía en una excitación aún mayor. Tenía sus bragas totalmente empapadas. Levantó su rostro hacia Pablo y buscó su boca. Al besarlo e introducir sus lengua en la boca de él, sintió que su boca ardía. Yuca llevó su mano hacia abajo y tanteó su erección. Sintió que Pablo contenía el aliento cuando ella la apretó, apreciando su tamaño y su grosor.

Carol también estaba palpando a Pablo y sus manos se encontraban allí con las de Yuca. También ella besaba a Pablo a turnos con Yuca. De pronto Carol fue más agresiva y, bajando su cara hacia el bulto de Pablo, después de que diestramente había abierto su pantalón y bajado el elástico, se había apoderado de toda su verga. En un segundo, tragó todo su glande y parte del tronco, mientras agitaba su lengua apreciando su contorno. Poco después se le unió Yuca y ambas festinaron con la dura carne de Pablo, alternándose en lamer y succionar su verga que parecía crecer ante sus ojos. En un momento en que el automóvil se detuvo, probablemente frente a una luz roja, Yuca que en el momento en que trataba de tragar el máximo de la, elástica y al mismo tiempo dura verga de Pablo y dirigía su ojos hacia él gritó, cuyo sonido precisamente fue ahogado por todo el grosor que llenaba su boca: en la ventanilla del automóvil que tenía frente, vio la cara cubierta por un casco de un motorista que parecía mirárla. Se quedó congelada con todo ese pico llenando su boca mientras Carol, que se dio cuenta de la cara de sorpresa de Yuca, pegó una carcajada diciéndole "¡No pasa nada, de afuera no se ve nada, tranquilízate!" y para tranquilizarla, acercó su cara y le arrebató la verga para ella aplicar una larga succión. Todo esto duró todo el viaje, hasta que se escuchó por el intercomunicador la voz de Iván, que habían llegado.

Rápidamente las muchachas acondicionaron su pelo, que lucía desgreñado, mientras Pablo con gran dificultad trataba de guardar su enorme erección chorreada de saliva y liquido pre seminal. Yuca sacó de un costado de la puerta del vehículo, unas toallas de papel que había visto antes para que se secara. Eso evitó que apareciera con todo su marrueco mojado cuando salió del automóvil. Para sorpresa del trío, se encontraron con que había un grupo de jóvenes que blandían libretas y folletos y junto a ellos, varios periodistas con sus cámaras apuntando hacia el trío. Se había corrido la voz que Yuca Kimara, la famosa pianista estaba alojada en este hotel. Yuca no lo podía creer y ensayando su mejor sonrisa comenzó a avanzar hacia la entrada del hotel, seguida más atrás por Pablo y Carol. Los periodistas de espectáculo fueron los primeros en acercar sus cámaras y micrófonos, haciéndole toda clase de preguntas, a las que fue respondiendo con gran amabilidad hasta que lograron alcanzar las puertas del hotel. Como pudieron, se escabulleron en el interior, sin antes que Yuca firmara autógrafos a algunos jóvenes.

Todo eso los había tranquilizado de alguna manera, ya que durante la subida por el ascensor hasta el piso de su suite, Yuca no dejó de comentar algunos aspectos de este verdadero acoso que había sufrido, sintiéndose muy agradecida de la reacción del público de este país.

"Espérate a que te escuchen. Te amarán" Le dijo Pablo, mientras se abría la puerta del ascensor y la dejaba pasar a ambas.

Yuca quiso preguntarle '¿Como tú me amarás?', pero se contuvo. Carol estaba muy sensible con todo lo que estaba pasando, y no sonaría bien. Sólo se limitó a sonreírle. En ese momento cuando se acercaron a la puerta de la suite, Carol dijo: "Pablo, acompaña a Yuca, mientras yo voy a mi departamento a revisar mi correo. Yo los alcanzo después." Yuca, de inmediato captó la intención de Carol y le hizo un gesto de un beso a espaldas de Pablo, quien no estaba consciente del acuerdo tácito de las muchachas. Carol había decidido que Yuca estuviera a solas con él.

Yuca regalona, se colgó del cuello de Pablo pidiéndole "Quiero ducharme contigo". El cerró los ojos en señal de aceptación y agachándose la tomó de las corvas y la llevó alzada hasta el dormitorio. Esta vez, él la comenzó a desvestir, tomó el bretel y lo corrió por sus hombros y deslizándolo lentamente por sus brazos, sin dejar de mirarla a los ojos, hasta que el vestido cayó alrededor de sus pies y ella lo empujó con el pie hacia un lado. Mientras él desabrochaba su sostén, ella le rodeó el cuello con sus brazos, besándolo mientras lo hacía. Después de dejarlo caer descubriendo sus pequeños pechos, él tomó sus bragas que apenas cubrían el pequeño bulto levantado de su sexo y se los bajó hasta llevarlos hasta sus tobillos, mientras al hacerlo se arrodillaba frente a ella y al hacerlo recorría con su boca su ombligo y todo su vientre que él sintió tensarse. Allí Pablo hizo un gesto de intimidad que a Yuca la hizo estremecer. Después de retirar desde sus pies la pequeña prenda totalmente mojada, la llevó a su nariz, para sentir el aroma que desprendía. Después con mucha destreza de manos, desabrochó las correas de sus sandalias altas y las retiró. Se alzó para contemplar a Yuca que había quedado finalmente desnuda frente a él.

Pablo se retiró un tanto de ella para contemplarla.

Frente a él, estaba no la delicada mujer de madre asiática y de padre americano, poseedora de la técnica más depurada en el manejo del piano que conocía en la actualidad, sino una de las mujeres más hermosas que le había tocado conocer en el último tiempo. La otra era Carol. De pechos pequeños, pero redondos y duros, con una cintura muy estrecha, que hacía resaltar sus caderas más bien estrechas como las de una adolescente, y sus muslos y sus pantorrillas redondeadas.

Él sin tocarla, recorrió su mirada hasta encontrarse con los ojos arrobados de ella. que captaba lo que ella le provocaba. Nunca se había sentido así antes, y este hombre era el epítome de todo lo que ella esperaba. Si hay algo que una mujer admira más en el hombre, es que él le muestre cuánto la desea y ella lo veía en sus ojos. No quería darle a sus gestos ningún calificativo. Estaba allí para ella y eso era todo lo que importaba y por esa razón, estaba dispuesta a entregarle todo lo que le pidiera.

Él se levantó y sin dejar de mirarla, comenzó a desvestirse. Ella lo dejó hacer, quería verlo desnudarse. No quería entrometerse en ese proceso, que parecía un ritual. Pronto la ropa quedó desperdigada alrededor de él, hasta que le tocó el turno a ella de observarlo con detención, algo que no había ocurrido la noche anterior, en que todo había sido ansias, urgencias, sólo el deseo de estar dentro del otro. Ahora, ellos se daban todo el tiempo del mundo para reencontrarse nuevamente, a plena luz del día.

Yuca lo recorrió también, hasta que su vista no pudo despegarse del centro de su deseo. Lo vio oscilante, fuerte, alto, grueso. En ese momento se abrazaron y él pudo apreciar la delicadeza del cuerpo de Yuca, sus pechos firmes y sus pezones duros pegados contra su torso, mientras ella sentía toda su verga contra su vientre liso. Ella apreció la firmeza de los músculos de su espalda que acarició a todo lo largo, mientras sentía que las manos de él, aprisionaban los globos de sus nalgas. Lentamente ella sintió que la alzaba e instintivamente levantó sus piernas para terminar envolviendo su cintura, tal como ella había visto hacer a Carol. En ese momento Yuca dejó caer su cara contra su pecho, sintiendo la excitación la estremecía y la recorría hasta centrarse en su sexo, transformada en un calor que se irradiaba por sus caderas. La verga de Pablo se había instalado en el centro de sus nalgas y apuntaba exactamente a su fruncido ano inexpugnable. Su centro estriado, palpitó y para sorpresa de ella, sintió que se relajaba y se apretaba como la boca de un pescado buscando aire. Trató de relajarse más, deseaba sentirlo más. Pero su pequeño orificio era una muralla. Soltó una mano del cuello de él y buscó su erección. Allí se dio cuenta de su grosor. Eso jamás entraría en su pequeño culo, necesitaría demasiada lubricación para lograrlo. Alineó la punta con su vulva y pudo experimentar finalmente el placer de sentirlo cómo entraba firme en ella. El suavemente la fue dejando caer hasta sentir que la penetraba hasta el fondo. Y allí de pie, al lado de la cama, él tomando sus nalgas, la alzó y bajo empalándola mientras ella se apretaba a su cuello, gimiendo y musitando palabras que resultaron ininteligibles para él. Ella le hablaba en vietnamita.

Por varios minutos él la empaló de esa manera, haciendo que su vulva chasqueara húmeda a cada penetración. Después, se acercó a la cama y arrodillada con ella, la fue depositando allí sin dejar de penetrarla. Yuca, sintiéndose apoyada, levantó sus muslos, los abrió y tomando sus rodillas, se presentó así a él vulnerable total, para que la penetrara profundo. Yuca sintió las paredes de su vulva palpitantes, apretándose alrededor de él, cada vez que tocaba fondo. No cesó de gemir en todo ese proceso. La sensación para ella era electrizante y después de varios minutos, Yuca sintió los primeros temblores de aquello que sentía llegar como inevitable. La liberación de su primer orgasmo. Cerró los ojos atrayendo su cara con urgencia para besarlo y chupar su lengua que buscaba también la suya, y se centró en la sensación de ese pene entrando y saliendo con fuerza dentro de su vulva hasta que sintió la contracción de su estómago, y sus muslos y piernas se apretaron viciosamente alrededor de él. Sus manos subieron y bajaron por la espalda de él, como tratando de grabar su cuerpo en sus palmas. Hasta que exhausta dejó caer brazos y piernas lacias sobre la cama para recuperarse.

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