Toy 01 (Segundas Formalizaciones)

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Relacionados: Relatos de Tasarte, GV1016, Leo, Toy, y Salobr.
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Parte 1 de la serie de 2 partes

Actualizado 08/12/2022
Creado 09/06/2012
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El movimiento brusco a pasos lentos del todo terreno de mi dueña me indicaba la llegada a un camino empedrado. Asomé mi hocico por el cristal ahumado trasero y me di cuenta de que ya estábamos en las propiedades de Yurena.

- Puedes dejarlo por aquí.

Dijo la señora Yurena señalando desde la ventanilla de copiloto.

El coche pronto paró.

Harumi estaba decidida de adelantar mis condiciones del contrato. Para ello fue necesario llevarla a su casa y así podría Yurena formalizar mi nueva documentación con tan solo la condición de ponerse en contacto con Claudia, tanto por por teléfono o fax, para mandar mis documentos.

Yurena y Harumi se bajaron del coche par luego abrir la puerta trasera del coche...

- Sal Toy! Vamos!

Me animó mi dueña y yo no me olvidé de mostrar mi devoción. Besé y lamí uno de sus escarpines. y a Yurena le lamí la cinta de su sandalia.

Pronto ya iba gateando tras ella ligado a una cadena en mi collar que sostenía mi dueña del mango. Adoraba esa situación a pesar del incómodo suelo de empedrado y pisos para exterior. Por eso iba de manos y pies, y agradecí que Yurena diera el regalo de ponerme guantes y calzados en cuero. Desde que recibí su visita en el apartamento de mi dueña, mi atuendo fue cambiado. Tan solo conservé el collar rosa en ese momento. El aro genital fue eliminado por la destreza de Yurena que me lo sacó sin tener que vaciarme las pelotas a pajas. Según ella, no era adecuado para una mascota, y en su club podría desaparecer por cualquier empleado ya que era una joya.

En ese momento mi sexo era libre y se balanceaba en una semi erección mientras iba guiado como un perro tras ellas. Las tobilleras y muñequeras a juego con el collar también fueron eliminados. Y gateaba con unos guantes negros sin dedos y acolchados. Lo mas raro fue mi calzado, que son como unas bailarinas sin suela mas que el mismo material de cuero fino que me envolvía lo suficiente como para no ensuciarme las plantas de los pies.

Llegamos a la entrada de un bonita y acogedora casa. De ella se gozaba de una vista privilegiada de la caída de la tarde sobre las cumbres y valles de Fataga. Yurena misma abre la puerta y pronto me doy cuenta una respiración acelerada en el interior de la vivienda. Es como si alguien esperaba impaciente a que abriera...

- Pobrecito Leo! Es mi esclavo mascota.

Avisa Yurena ya que Harumi también se había dado cuenta de los jadeos.

Cuando la puerta se abrió, pude ver a ese tal Leo. Un esclavo de corpulencia mas ancha que la mía, lamía las sandalias altas de Yurena. Mi desconcierto llegó en el momento que osó a lamer los escarpines de mi dueña. Quise ladrarle pero me contuve para no enfadar a mi dueña. No obstante a ella no le molestaba la lengua de Leo limpiando algunos restos de polvo en la puntera de sus elegantes zapatos.

Una vez que entramos Leo gateaba de lado a lado y luego recostó su espalda al suelo mostrando su erección a la invitada. Lo que mas me sorprendió es que de su culo salía un alambre terminado en una pomposa esfera. Al ponerse mirando al techo deformó la curva del alambre a un lado.

- Le gustas!

Yurena alertó con broma.

Ambas se reían de la mascota que, ignorando mi presencia tras mi dueña, seguía con su forma de llamar la atención de Harumi. Quería una caricia y no la tubo, entonces Yurena pateó su costado y le ordenó retirarse al patio. La orden tubo que ser como una puñalada, por que Leo salió gimiendo en llantos.

- Yurena, casi olvido de no es un perro de verdad!. ¿Como lo has hecho?. Tu esclavo no mostraba ninguna emoción racional. Nada, ninguna vergüenza a su humillante condición.

- Amiga, no te imaginas el milagro que voy hacer con tu mascota en una semana. Cuando lo recojas del club no lo vas a reconocer.

- Ya veo!. Casi que llegan a creerse perros de verdad.

Yurena pronto es saludada por una asistente que aparece de repente. Yurena la llamó por el nombre de Sami y se despidió de ella, ya que su trabajo había terminado por el día. Sin embargo Sami se había ofrecido a quedarse unas horas extra para atender la visita. Pero Yurena insistió de que hacía falta. Al final Sami se despidió cortésmente de ambas damas y con un pesado bolso salió de la casa. Yurena explicó que trabajaba en casa hasta las siete de la tarde un día si y otro no.

Mi reacción fue la de intentar besar las zapatillas de Sami. Pero estaba muy lejos de mi alcance de lo que me permitía la cadena de mi collar. Era extraño, pero de alguna manera tenía la sensación de que respondía de forma automática cada vez que veía una extraña. Al final seguí el camino de mi dueña hasta un amplio salón.

Tras la cristaleras veía a Leo con la barbilla al suelo mirándonos desconsolado hasta que otra voz me alertó...

- Mama! Esto..., hola!

- Es mi hija pequeña, Yaiza.

Terminó de presentar Yurena a su hija que se sorprendió al ver de repente a Harumi.

- Hola, Harumi, encantada!

La jovencita saludó a mi dueña y pone al día a su madre de que estuvo su amiga Sandra en casa haciendo un trabajo en grupo. Terminaron y su amiga no hacía mucho que salió. Yaiza se había quedado casi dormida en su dormitorio y mientras se explicaba se restregaba los ojos.

Otra vez sentí el deseo de basar unos pies extraños forrados en unas pantuflillas de bordes peludos, pero la correa me tenía en mi posición bajo las piernas de mi dueña. Sin embargo la joven apenas me veía. Me ignoró por completo y se fue abrir la cristalera para llamar a su perro Leo.

- Vamos!

Leo gateó al interior poseído por la joven y la siguió por las escaleras hasta que ambos desaparecieron de mi vista.

- ¿Por que no te sientas, Harumi?. Voy un momento a mi oficina a traer unas carpetas y luego salimos al patio. Creo que con este calor estaremos mas cómodas fuera.

- Como quieras.

Harumi se sentó en un sillón individual del salón mientras al mismo tiempo Yurena subía las mismas escaleras que subió Yaiza con su mascota. Pronto iba volver con las carpetas y yo acomodé en mi espera mi barbilla al suelo.

Los escarpines de mi dueña aún brillaba por la saliva de Leo. Y esto me enfureció mas, ya que no me apetecía lamer las atractivas punteras que tanto me motivaban. Saber que la saliva de Leo llenaba ese material, me daba asco.

Pronto llegó Yurena e invitó a mi dueña a levantarse para seguirla. Atravesamos las cristaleras abiertas del salón y ya estábamos en un acogedor patio. Yurena encendió de un interruptor unos farolillos ya que la tarde nos estaba dejando. La luz era perfecta y el bronceado claro de ambas damas brillaban ante mis ojos.

Yurena puede ser una mujer madura como madre de tres adolescentes. Pero mantiene un buen tipo, y su rostro aún refleja belleza. El ser delgada la ayuda a parecer mas joven y casi que tiene el mismo tono de piel que mi dueña.

Ambas ya estaban sentadas en unas llamativas sillas mientras leían unos documentos sobre una mesa de cristal. Harumi había soltado el mango de mi correa y en ese momento yacía sobre el suelo rojizo. Yo permanecí sobre mis manos, codos y barbilla con la mirada fija en los talones de mi dueña. Toda la conversación giraba en mi condición de perro e incluso hubo llamadas telefónicas desde el móvil de Yurena. Supe que hablaba con la administración de Tasarte como también me di cuenta de que llamaron a la madre de Harumi.

Mientras formalizaban mi contrato, yo ya tenía pie y medio en el club de Salobre. Desde el apartamento hasta en ese momento la formalización ha sido larga y llenas de preguntas de mi dueña. Preguntas bien respondidas por Yurena al mismo tiempo que la convicción de mi dueña crecía.

Ya la seguridad era máxima, y tan solo a falta de unas firmas en Tasarte, yo ya era la mascota de Harumi. Entonces la monotonía de la conversación es interrumpida por la aparición de Yaiza y Leo...

Leo iba tras ella sin correa al collar, con el atuendo parecido al mío a diferencia del alambre que sale de su culo y un broche en sus genitales. Yaiza se detuvo cerca del chorro y Leo siguió adelante hasta una cuneta. Fue en esa cuneta cuando observé sorprendido como Leo meaba mientras que la joven en pijama esperaba. Cuando terminó gateó hasta su joven dueña que automáticamente abrió el chorro.

Yaiza lavaba a conciencia sus genitales bajo un el chorro abierto y Leo jadeaba con una erección enorme. Yo también me excité al ver acto. Sobre todo me hizo gracia ver a ese gran hombre y maduro siendo lavado de sus genitales por una chiquilla de esa manera.

- Mamá, tu esclavo te acaba de manchar la alfombra del estudio.

- ¿Que me estás diciendo?

Alertado del chivatazo de la joven, Leo baja la mirada de pena.

- Mira, llévatelo a mi habitación. Ya luego le castigaré. Ahora estoy ocupada.

Yurena sospechó un accidente seminal, pero aún así preguntó.

- ¿Que hizo tu mascota?

Dijo conteniendo una leve risa.

- Nada importante. El mayor defecto de Leo son sus accidentes sexuales que deja por la casa.

Ambas rieron.

- En el estudio tengo una alfombra de largas lanas, y estoy casi segura que mi mascota las aprovecha para restregar su pene a escondidas bajo el escritorio mientras atiende los pies de mi hija. Leo desde que mis hijas se han ido desarrollando, su atención está cada vez mas consumida por sus excitaciones sexuales. Siempre que mis hijas o yo nos sentamos en el escritorio, el se agazapa a los pies y deja su barriga sobre la alfombra. Y ya me puedo imaginar lo que hace.

Harumi sosteniendo la risa preguntó interesada.

- ¿Desde cuando tienes a Leo?

- Uf, querida!. El era mi pareja en mi años en la universidad.

- No me digas!

- Pues si. Cuando nos dejamos yo me casé con mi ex marido Jorge, y el pasó formar parte como esclavo. En aquellos tiempos aún se estaba levantando el club de Tasarte. Y aunque fue raro, no fue ningún impedimento para mi ex, y mis hijas han crecido teniendo un esclavo. Incluso mi ex marido obtuvo una esclava una vez puesto en función el club de Tasarte.

- Pues son muchos años!

- Si, legalmente le sumamos trece años, ya que cada cinco el a renovado voluntariamente.

- Valla, me recuerda la filosofía de mi madre. Mi hermana Yumi ya conocía la utilidad de nuestra esclava Susi desde que tenía 12 años.

- Pues si aceptamos esta forma de vida. Todo debe ser natural, y es bueno que nuestros hijos aprendan creciendo con ello. No crees?

- Supongo.

La conversación paró cuando otra chica hizo aparición en el patio. Yurena la llamó por el nombre de Julia y esta se nos acercó para saludar a su madre e invitada. Yo que tuve cerca sus pies hice honor al protocolo aprendido y me volteé para besar unos tenis blancos. Tímidamente lo hice y pude comprobar que la chica mi ignoró. Julia no demoró mas su presencia y con el bolso y la carpeta en sus manos preguntó por el esclavo Leo.

- Está en mi habitación castigado.

Respondió su madre.

- Vale, pero te lo voy a coger prestado un momento.

Yurena no puso impedimento y dejó que su hija se fuera en busca de Leo.

Cuando ya me iba a incorporar cerca de los escarpines de mi dueña, ambas se levantaron repartiéndose varios documentos. Yurena regaló unas carpetas las cuales mi dueña tomo varias copias firmadas.

- Entonces está en buenas manos, no?

- Ni que preocuparte, mañana mismo tu esclavo ingresa en Salobre. Por ello ya te he comentado en el viaje que lo mejor es dejarlo aquí hoy.

- Por mi no hay problema.

- Buen pues encantada de atenderla.

Harumi no recogió el mango de la correa a pesar de que la llevé en mi boca para ofrecérsela. Sin embargo Yurena tomo el mango de la correa. Y guiado por Yurena esta vez, la seguí en el recorrido hasta la puerta. Allí se despidieron y Harumi tan solo me dio una caricia en mi pelo antes de ir hasta su coche.

- No temas Toy. Tu dueña irá durante la semana a Salobre a verte.

Tiró de la correa y me llevó subiendo los escalones hasta la planta alta. Cuando llegamos entramos en una habitación habilitada de equipos de imagen y sonido. En un gran sillón negro Julia descansaba viendo la TV. El esclavo Leo soportaba en su nuca el talón del pie izquierdo de Julia, mientras que lamía el costado interior del pie derecho posado en el suelo. La chica al vernos pregunta...

- Otro esclavo?

- No hija, es un encargo de la señorita Harumi para internarlo en el club. Te iba pedir que lo bañaras, pero ya veo que estás muy cansada.

Yurena tiró de la correa y salimos de la habitación para luego entrar al estudio que daba al lado. Allí estaba Yaiza estudiando en gran escritorio. Pude ver enseguida sus pies descalzos sobre una alfombra peluda, y me preguntaba si fue allí donde Leo tuvo el accidente.

- Nada, será mejor que te prepare mañana. No me apetece nada ducharte hoy... vamos!

Yurena volvió a tirar de la correa y salimos hasta un balcón donde vi una caseta de perro con el nombre de Leo gravado.

- Te quedarás aquí hasta mañana. A Leo le voy a permitir de nuevo dormir en mi habitación.

Quitó la cadena de mi collar, y cerrando las cristaleras, se fue dejándome solo en el frío balcón donde solo había un cuenco doble de agua y piezas de galletas. Mas tarde comprobé que la caseta era algo mas acogedora aunque temía no poder dormir.

Durante ese tiempo escuchaba voces del interior de la casa y lo mas que me llamó la atención fue los gemidos en llantos de Leo cuando recibía una especie de zas que parecía ser una fusta sobre su piel. Entonces me acordé de que Yurena había prometido castigarle por su derrame de semen en la alfombra del estudio. Los gemidos fue lo mas claro que se oía tras las cristaleras, y esto duró unos minutos hasta que por fin hubo una calma que me inquietaba. Entonces me asomé por el cristal, y mientras la luz estaba encendida, podía ver a las chicas y a Yurena de aquí para allá en un largo pasillo. Me gustó ver a la señora en bata de ceda y a las chicas con camisones que apenas tapaban unas esbeltas nalgas en diminutas braguitas. Tuve ganas de ladrar o gemir para llamar la atención, pero no me atreví. Pero sin embargo empecé a excitarme mas y mi erección ya era completa. ¿Que podría hacer?.

En fin, mañana iba ser otro día. Y me supuse que las galletas y el agua iba ser mi cena. Así que cené del cuenco y me fui a descansar dentro de la caseta. Y es que ya habían apagado la luz del pasillo, y ya no se veía nada.

Continuará...

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